Esta popular santa, patrona de la pureza, vivió en Roma a comienzos del siglo IV. Con tan sólo doce o trece años había decidido consagrar su virginidad al Señor Jesús, pero por sus riquezas y hermosura, fue pretendida por varios jóvenes de las principales familias romanas, a las cuales se negó. Ante esa negativa, sus pretendientes, la denunciaron como cristiana al gobernador (en ese tiempo los cristianos eran perseguidos), y él mismo hijo del prefecto de Roma atentó contra la pureza de Inés. Al ser rechazado, él mismo la denunció como cristiana, y entonces el prefecto Sinfronio utilizó halagos y amenazas para persuadirla, pero al no lograrlo, la llevó y la hizo exponer en una casa de mala vida por haberse negado a rendirle culto a la diosa Vesta. Pero Inés salió prodigiosamente intacta de esa difamante condena, porque el único hombre que se atrevió a acercarse a ella cayó muerto a sus pies.
El gobernador enfurecido la condenó a ser decapitada. El cuerpo de la santa fue sepultado a corta distancia de Roma, junto a la Vía Nomentana.
Fuente: dibujos para catequesis
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